Claveles rojos: un símbolo de la Memoria por la Verdad y la Justicia en la provincia de Córdoba
El jueves 25 de agosto de 2016 salió el sol para muchas personas que habían sufrido uno de los episodios más espantosos y tétricos de nuestra historia. Casi cuatro años después del comienzo del juicio, se acercaba el momento más relevante de la megacausa (con 354 audiencias, 716 víctimas, 50 imputados y 281 testigos) que juzgaba las atrocidades cometidas en el Centro Clandestino de Detención de “La Perla” en la provincia de Córdoba, durante la última Dictadura Cívico-Militar.
Entre los presentes se encontraban sobrevivientes de aquellos momentos tan oscuros, personas que aún recuerdan a los que no volvieron y nuevas generaciones que insisten en sostener la lucha por la Memoria y la Verdad.
Cuando llegó el mediodía y el sol llegó a su punto máximo, Jaime Díaz Gavier, juez de la causa, subió la mirada, buscó a Luciano Benjamín Menéndez y agregó una nueva condena perpetua al hombre que jugó con la vida de miles de cordobeses. El segundo gran estruendo en la sala ocurrió cuando Ernesto Barreiro enfrentó su primer juicio por sus crueles actos.
De las 35 condenas a cadena perpetua solicitadas, 28 fueron sentenciadas por los jueces. Estos datos hablan de cómo la provincia de Córdoba fue acechada y tomada por asesinos, que desde las instituciones del Estado atentaron contra los habitantes en la oscura y fría clandestinidad.
En 2012, cuando el juicio tuvo comienzo, empezaron a verse en tribunales, en manos de familiares y sobrevivientes, fotos de los desaparecidos acompañadas de claveles rojos. Ante el pedido de los imputados de retirar esos símbolos del recinto, que les parecían agraviantes, el fiscal general afirmó que se trataba de “prendas de paz”.
Pero, ¿por qué los familiares portaban claveles rojos? Hace más de cuarenta años, esta flor se convirtió en un símbolo de no violencia, paz, libertad y revolución.
El 25 de abril de 1974, el pueblo de Portugal acabó con una larga dictadura. A partir de ese momento, no salieron balas de los fusiles, sino claveles. Todo comenzó cuando los soldados, formados con tanques y armamentos, esperaban órdenes de ataque contra la población que se manifestaba. Cuenta la historia que una joven camarera que pasaba con un ramo de claveles rojos, flor de la temporada, le dio uno a un soldado y éste decidió ponerlo en su fusil, como señal de que no quería disparar contra el pueblo. El gesto pronto se expandió por toda la ciudad: la sublevación había empezado.
Las organizaciones de Derechos Humanos adoptan, recordando esta historia, el símbolo del clavel rojo: “Flores que viven y siguen creciendo en nuestros lugares cotidianos y florecen en un jardín donde habitamos la memoria colectiva”.
Trabajaron en la construcción de esta reseña: Lautaro Balmaceda, León Huck y Juan Cruz Ruiz.
Fuentes: Telam – La Voz del interior – Espacio Memoria y Derechos Humanos [Ex ESMA] – Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos de Córdoba